Saludo a la poesía de María Ramírez Delgado. Marco Martos


Marco Martos


     Una de las imágenes más populares que ha quedado de Octavio Paz es aquella que imagina al ser humano como el individuo que da frutos sorprendentes, como el olmo que da peras. La poesía es, en ese sentido, algo sorprendente. Tal vez ése sea su único hábito, esa costumbre de ser inaudita; en todo lo demás es imprevisible. Los lectores de poesía en el Perú tenemos una idea que creemos aproximada de la gran tradición en lengua española y guardamos en nuestra memoria algunos nombres que apreciamos.

      Así, en lo que se refiere a Venezuela, nos son familiares, para citar algunos nombres, la preclara poesía de Andrés Bello y los relámpagos líricos de Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo y Rafael Cadenas. Ahora tenemos el privilegio de conocer en Lima, de viva voz, los poemas de María Ramírez Delgado que son de una voz diferente que va haciendo un sitio de honor en la poesía del país de los llanos a través de su libro “Navajas sobre la mesa”. Lo que impacta de esta escritura, aparte de la realización impecable de cada uno de los textos, es la concepción misma del poema que difiere bastante de la de sus ilustres predecesores. Ellos, como tantos otros, concebían el poema como una unidad cerrada. Andrés Bello o Eugenio Montejo, desarrollan un tema, la agricultura o el siglo XX, lo comienzan, desarrollan y le dan fin; Juan Sánchez Peláez, con su entraña surrealista, traslada a la hoja en blanco sus incandescentes sueños; Rafael
Cadenas, concentra su lección en pocas palabras como si fuese un maestro zen que habla a veces de un modo sentencioso. María Ramírez Delgado, a diferencia de todos ellos, no tiene una idea previa del texto, sino que línea a línea éste va adquiriendo diferentes sentidos. Ella tiene lo que el Perú, de un modo irónico Eleodoro Vargas Vicuña llamaba “ojo de ver”, la frase sorprende que alude al otro ojo no nombrado, apenas aludido, el ojo del “no ver”. 

     La poeta venezolana sabe descubrir lo insólito en la vida cotidiana y sabe trasladarlo, junto con lo sólito, a la página en blanco y sabe crear así un mundo de extraña belleza. Su poesía no está en las sílabas bien contadas, ni en la suave belleza de los acentos bien colocados. Está en la concentración de las palabras, en la convicción de que vida es siempre sorpresa. Leyendo sus poemas sentimos la voz de una mujer de este tiempo; cada una de las líneas de los textos que ofrece, está cargada de este sentido, vocablos y que de tanto perorar terminan no diciendo nada. 

        La poesía de María Ramírez Delgado nos impacta por su tersa belleza y porque nos hace reflexionar sobre el destino y la condición de los seres humanos.