Navajas sobre la mesa o el ángel del dolor. Aleyda Quevedo Rojas


Por: Aleyda Quevedo Rojas

Maria Ramírez Delgado, Poeta, narradora y orfebre. En su más reciente poemario Navajas sobre la mesa, uno de los motivos que nos convoca en esta tarde-noche y que además, ha sido el pretexto para que visite por segunda vez Quito, María ha labrado como el buen orfebre que es una joya minuciosa y de complejas estructuras que se asemejan más a los aretes de filigrana que a los collares de eslabones de plata. Finos cortes del corazón se entrelazan con los hilos de oro que juegan con oscuras emociones y piedras semi preciosas cuyo destello nos hablan de la angustia, los secretos como llagas, el suicidio y la muerte. 25 poemas concisos, limpios, perfectamente armados con palabras que evocan, reflexionan e implacables condensan ese universo de la muerte por mano propia como el más puro, irreverente y divino acto de ejercicio de libertad.

Ardiendo cuerpo y espíritu, así, en ese estado turbador, necesario y cruel nos ponen algunos poemas que con sus filos o dobles filos, como si de dagas ancestrales se tratara, nos interrogan sobre la tristeza, la felicidad, la mano suicida y el dolor. Porque posiblemente la extensión vastísima y misteriosa del dolor sea el centro de este poemario. El dolor como un camino para despojarse de las vanidades y el poder. El dolor como una isla colectiva que permite leer las realidades. El dolor para sentir las laceraciones infinitas de la felicidad. El dolor para decodificar una sociedad que aún se niega a comprender y garantizar el ejercicio de los derechos humanos más complejos y desgarradores, entre ellos: la eutanasia, es decir la libertad de elegir nuestra propia muerte con dignidad y honor.  El poema titulado “Sin apelaciones” y dedicado a la memoria de Chantal Sébire profundiza en el debate sobre las libertades en estos tiempos crueles.

La poeta nos dice, en el texto que da nombre al libro: “vamos a poner dos navajas sobre la mesa/ míralas y no permitas que el reflejo se te meta por los ojos, creerían que tienen derecho a enseñar la manera de herirnos, a inmiscuirse en cómo lacerarnos en el placer”. La complejidad del dolor late fuerte en estos versos y en las voces que resuenan en este cuaderno.

Esta poesía de María es, de muchas formas, una introspección y un análisis constante de emociones que gracias al lenguaje poético logra vencer los límites de lo personal y alcanza ha conectar con los otros.

La gran poeta peruana Blanca Varela decía que “la poesía no debe servir para contar lo que a una le sucede, prefiero dejar que esas vivencias se transformen en reflexiones, en palabras”. Y justamente, esto es lo que María Ramírez Delgado ha logrado con el corpus de Navajas sobre la mesa. Reflexiones en versos para entender la necesidad del ser humano por el placer, la soledad, el dolor y la muerte.

María Ramírez Delgado viene de presentar esta joya de versos en Lima, el año pasado lo presentó en Caracas, la ciudad donde vive y trabaja y luego en Bogotá, en el marco de  la Feria del Libro de esta ciudad; y en Bogotá fue el poeta Juan Manuel Roca quien presentó el poemario y escribió esto sobre él:

"Son poemas, los suyos, hecho pulsiones dulce-amargas, de unos trozos de vida feroces y sutiles a la vez, encabalgados en imágenes fulgurantes: caballos desmembrados o "dioses de trapo", abismos cercanos, "migajas de futuro" que a veces regresa con algo milagroso y terrible a punto de ocurrir, dependiendo de la caída de la moneda lanzada al aire".

Coincido con Roca en las pulsiones dulces y amargas que se sienten en los poemas, ahí es donde radica la conexión conceptual con el territorio del dolor. Pulsiones, pinchazos, heridas y llagas que componen los actos cotidianos y reales y los hechos surreales que también pueblan nuestras vidas.

Al final, me gustaría leerles las palabras que el maestro de la narrativa venezolana José Balza, escribe en la contraportada de la sobria y preciosa edición de Navajas sobre la mesa, editado por bid & co. Editor: “María Ramírez Delgado, tal vez sin haberlo advertido, encarna entre nosotros la
misma voz de aquella monja, sor María de los Ángeles (1770-1818), que respondió al dolor con sus versos durante el terremoto de 1812”.

Absolutamente es el ángel del dolor, deliciosamente perverso y necesario, emergente y total el que nos acerca a este poemario. Responder al dolor con la voluntad de la poesía. Con la subversión continua que es la poesía, esto es lo que ha hecho María con su impecable libro.

Quito, abril 2009
(Eliot decía que abril es el mes más cruel)