Navajas sobre la mesa de María Ramírez Delgado. Laura Antillano

Por: Laura Antillano

      María Ramírez Delgado ha publicado antes de este libro dos poemarios: En el barro de Lesbos (2002) y Quemaduras (2004), Navajas sobre la mesa aparece con cinco años de distancia. La escritora en estas páginas expresa un mundo complejo, lleno de aristas particulares.

Encontramos en “Navajas sobre la mesa” la presencia de un lenguaje poético limpio, despojado de ornamentos y artificios, es este un decir sin concesiones, sin mentiras, sin protocolos.

La noción del poema se levanta como el disparo de un arma, apuntalando el blanco, y las palabras llegan al lector con la fuerza infinita de un texto emotivo, profundo, original en su gramática interior.

La lectura nos conduce a través de sensaciones traducidas en presentimientos.
“Lo que queda, / inconsciente,/ borroso,/se balancea en el desequilibrio de la
amargura,/”(p.9).

Las imágenes del paisaje externo, definen: “jardines, / laberintos submarinos,
/asquerosos, Espacios sin derecho a espacio, lugar del desencanto y el desequilibrio, la desesperación y el dolor se reúnen en el verbo, creando imágenes que muestran el filo de la oscuridad.

La estructura del poemario nace de la conjunción de textos cuyo punto de encuentro conecta el proceso de morir en vida, con la sensación interiorizada de la angustia inaplazable.

La recurrencia a imágenes marinas, al paisaje humano de la familia, o la misma
inconsistencia del acto de parir o abortar en términos de expulsión incontenible, dibujan lo no previsto o deseado, (“En el desfiladero del vientre/ una mínima cabeza se asoma. (…)

Envuelto en inmundicia sale, parte de su boca colgaba/ dócil hacia el lado
derecho/…/Jamás preparé una cuna, no hacía falta.”(p.25)

Se suma al recuento de elementos que constituyen el espacio acusado de lo no dicho, el pulso sincopado de la oscuridad, en un respirar en estertores, sin esperanza. Las razones de identificación de unos y otros tiene que ver con la conciencia de ser abandonados(as), condenados (as), en un intento por asir otro lugar, liberarse del fardo sobre la espalda, soltar la trenza, trasladarse a otra dimensión, encontrarse en la otra que se lleva dentro.

“Me encuentro/ con la otra, / la contenida por mí/Ella/ que esconde nuestra cara entre las  manos” (p.10-11).

Pero la comunidad de lo secreto, la consciencia de que “el monstruo duerme atado con un hilo de saliva”, es la línea conductora del emparejamiento.
“Los gusanos nos acompañan murmurando sus secretos” (p. 45) La construcción de atmósferas misteriosas, dolorosas, expresando el estar en el instante
mismo del sentimiento de laceración, es, en este libro, una demostración de dominio del lenguaje, en términos de originalidad, con una huella profundamente contemporánea.

María Ramírez Delgado nos sacude y confronta, abre puertas de un poema a otro,
situándonos como lectores, ante un espacio subjetivo rico en imágenes desgarradoras y efectivas.

La escritora conecta motivos distintos, certificados a través de la división del libro en partes, pero un mar de leva es el común denominador, expresando vasos comunicantes entre unos textos y otros. Los motivos de angustia, la cita a Chantal Sebiré (“El 19 de marzo de 2008, fue encontrada muerta en su casa Chantal Sebiré, esta profesora sufría de un raro tipo de cáncer incurable, deformante y doloroso hasta la invalidez” p.68), con la dedicatoria explícita del poema titulado: “Sin apelaciones”, combinado con los textos de Cocaína, Melancólicos, Pinchazos, Cremarse, Secuencia de alfombra o Navajas sobre la
mesa, ponen en comunicación coherente inquietantes motivaciones al dolor.

María Ramírez Delgado logra engranar las piezas del rompecabezas, al elaborar un tono poético al conjunto, de mucha altura, alejado de lo plañidero, pero de profunda expresividad trágica.

Pensamos que esta obra de la escritora tiene un lugar de innegable importancia en la  poesía venezolana de hoy.

(2009)
lauramercedes2002@yahoo.com