Los hombres no están en Sociedad para decirse que tienen necesidades
-ni para aconsejarse que busquen como remediarlas-
Ni para exhortarse a tener paciencia;
Sino para consultarse sobre los medios para satisfacer sus deseos,
Porque no satisfacerlos es padecer.
Simón Rodríguez, Sociedades Americanas en 1828
Mi hijo, que es un muchacho muy curioso, hace un tiempo me preguntaba
sobre si era posible que las naciones fueran completamente independientes, es
decir, que de verdad no necesitaran de otras, y como es evidente surgió el caso
de Venezuela, que necesita vender petróleo para sobrevivir. Fue entonces
cuando, por encima de lo que él deseaba (soy una madre y como toda madre él
considera que un poco fastidiosa), le ofrecí mi charla sobre Diógenes, el
Cínico y la autarquía.
No
vamos a hablar de Diógenes de Sínope, pues eso no es precisamente lo que nos
interesa aquí, nos interesa un concepto usado por los filósofos cínicos: la
autarquía, pues ahora, con lo de la escasez y el desastre económico al que nos
hemos dejado conducir, pues no queda otra que sentarnos a reflexionar, ya que
en la desesperación sólo se encuentra la angustia.
No propongo que nos lancemos todos en este momento horrible por la vía del
desprendimiento y de la iluminación, apartados de las necesidades corporales
más básicas como el jabón, el papel toilette y la leche para el chamo, nada más
lejos de este post. Pero creo que el conocimiento que nos ofrece la
autarquía nos puede ayudar a comprender cómo este abismo económico se
hizo tan profundo y cómo cuando salgamos de él, porque históricamente es
inevitable que salgamos, no nos volvamos a meter en otro más profundo y feo.
Hesíodo (otro griego) consideraba que el “Hombre de verdad es el que,
reflexionando siempre sobre sí mismo, sabe lo que, una vez llevado a cabo, va a
ser lo mejor para él”; para los antiguos cínicos autárquicos se trataba de una
“carencia de necesidades” dada por su conciencia sobre el mundo, así se
comprendió la autarquía antigua, como una virtud en la que el individuo
es austero y se separa de las cosas externas.
Pero, eso fue hace más de 2.000 años, ya pasamos la ilustración y ya creemos que somos más que postmodernos. No hagamos muy
largo esto.
En la actualidad los hombres viven en naciones y el concepto de autarquía se
aplica a éstas: nos referimos como naciones autárquicas a aquellas que son
autosuficientes, “carecen de necesidades” y son capaces de producir por sí
mismas lo necesario para la manutención de sus ciudadanos.
Obviamente no es nuestro caso.
Aun así seguimos considerando que el hombre que se conoce, tiene domino sobre
su propio yo, algo como que tiene su propio gobierno por encima del gobierno
que se le impone, de las circunstancias y hasta de las necesidades; el
autárquico mira al mundo no desde la necesidad sino desde la reflexión de su
propia virtud y la satisfacción de sus deseos.
Ser autárquicos es un proceso personal que se extiende hasta las naciones y es
hora de comprender que haciendo cola no es la forma de independizarnos, la cola
nos extingue como seres humanos, y esa “extinción del individuo” es lo que
busca cualquier “príncipe” que quiera dominar a un grupo de individuos.
Raul Romero, El Nacional, 08/01/2015, Abasto Bicentenario, Plaza Venezuela, Caracas |
Pero ¿cómo no nos vamos a dejar dominar sin pañales, sin leche. Como podemos
no desesperarnos cuando se acabó el agua
potable?
No existe una respuesta para eso, y esa es precisamente la ventaja del príncipe-dominador
al destruir el aparato productivo y nosotros no podemos hacer nada para
reestablecerlo sino despertar.
Nuestra autosuficiencia dependerá de la evaluación de nuestras capacidades
productivas y sobre todo de la organización de estas de manera sistemática con
la motivación de que a partir de mi yo,
todos puedan alcanzar su máximo
potencial.
Eso requiere
paciencia y no desesperación. Desgraciadamente nosotros no somos muy amigos de
la paciencia y si de la pasividad. La paciencia es esperar el tiempo preciso
para que algo crezca, la pasividad es no hacer nada. El que es paciente siembra
y deja que la naturaleza siga su curso, el pasivo no siembra, espera que otro
lo haga. El paciente aplica la cura y deja sanar las heridas, el pasivo deja
que se pudran, perdura en la enfermedad. La desesperación por su lado nos
conduce por caminos inseguros, caminos que han sido trazados por otros a los
que poco les interesa realmente nuestra realidad. Nuestra necesidad es de jabón, pero
nuestro deseo debe ser de comprensión
del mundo, pues a partir de esa comprensión vendrá aquello que necesitamos para la vida, para alcanzar
aquello que somos. Los dominados no son
autosuficientes, dependen de su propio vacío, a la espera de las sobras de los
demás y ese vacío puede llenarse con cualquier cosa.
Es
cierto que estas palabras no harán que aparezca el pollo en el supermercado, no
harán que la carne sea más barata, y finalmente esa no es la idea, estas
palabras no son un conjuro, son apenas una reflexión sobre nuestra dependencia
absoluta, de lo sometidos que estamos a nuestras necesidades más básicas y a algunas imaginarias, pero una dependencia que sobre todo, nosotros
hemos decidido y aceptado así que, ¿para cuándo usted va a dejar tomar la
decisión de ser autosuficiente?
Una nación no puede ser independiente con ciudadanos esclavizados. La autarquía
empieza en el ser humano.