En mi
mesita de noche atesoro en una caja preciosa pequeños trozos de vidrio,
dispuestos como bombones.
Reservada
los codicio. Aún quedan tres o cuatro
recuperados de una copa rota; otros dos, verdes y feroces, son fragmentos de
botellas caídas.
Y sobra
todavía, algún delicioso trozo, brillante e incisivo, de un frasco de perfume,
estrellado, hace años, contra la pared.
Mis
pedazos de vidrio son mi lacerante comunión, un ejercicio nocturno.
La
erosión de mi carne. Engullidos en mi monotonía.
Violencia. Mago Editores. Santiago de Chile. 2017. p. 18