Vamos a poner dos navajas sobre la mesa.
Míralas y no permitas que el reflejo se te meta por los ojos, creerían que tienen derecho a enseñar la manera de herirnos o se inmiscuyen en como lacerarnos en el placer.
Cada una tiene dos pastillas en el corazón para devorarlas celosamente con el desayuno y antes de volver a la cama los domingos, edifican la costumbre atroz, desinteresada, de caminar como visiones.
Dos navajas hechas de tierra, olorosas a polen, la hermosura asustada tratando de escapar del cuerpo.
De: Navajas sobre la mesa